Nada más cerrar las puertas el día 12 de febrero, comenzamos a tejer. POR FIN, después de dos duros meses de investigación, de dibujo y pintura, de temores e inseguridades, después de tantos días de paciente impaciencia, de paseos densos por la historia del arte textil, y excursiones distraídas por el territorio, llegó el gran momento de montar por primera vez en nuestra vida una urdimbre en un bastidor, coger peine y punzón y dejar bailar la canilla entre los hilos de la urdimbre.
Al principio nos colocamos todas alrededor de la gran mesa central, reminiscencia del montaje del día de puertas abiertas. Sin embargo, poco a poco, el taller se convirtió en un pequeño bosque de caballetes y bastidores, una combinación muy curiosa por cierto, ya que nos daba aún más la sensación de estar "dibujando" con hilos de color sobre el vacío.
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